MUERTA PERO LIBRE IV.Autorretrato de un femicidio progreivo

MUERTA PERO LIBRE
AUTORETRATO DE UN FEMICIDIO PROGRESIVO



Parte IV


Un día llega la visita esperada de mis padres quienes no gustaban de Willy, no les parecía un tipo confiable, por eso se fue a vivir esos días a otro lugar. Desde el primer momento en que mis papas llegaron empezó la pelea, pues yo no quería aceptar que estaba cometiendo el error más grande de mi vida viviendo con ese hombre, el orgullo era más fuerte que yo. Aun así acepte mudarme a una habitación sola en un barrio menos popular.

A los dos días de repente ya no me dieron ganas de volver a estar con Willy, me empezó a gustar vivir sola y masturbarme en la mañana. Comencé a hablar de nuevo por video chat con “mi amor”, quien hace varios años había abandonado por mi búsqueda espiritual buscando la cura para un cáncer. Quedamos en vernos de nuevo y empezar nuestra vida juntos, olvidarnos de todo el pasado y ser felices de una vez por todas. Entonces llame a William y le dije que no volviera más, que así estábamos mejor. Él raramente no se negó, solo me pidió vernos para entregarme algunas cosas, por lo que lo invité a pasar por una esquina cerca de la habitación que alquile con mis padres, escabullándose como bien sabía hacerlo entro a mi casa quedándose varios días más. Esos días que estuvo quedándose escondido en la habitación se comportó como el hombre más tierno del mundo, me hacia el desayuno por la mañana y hasta rogaba que lo dejara hacerme sexo oral por horas. A las dos semanas se fue prometiendo no volver. Empecé entonces de nuevo mi vida tranquila, sola y de masturbación por las mañanas.

Días después escucho a alguien tocar la puerta, me asomo y no encuentro a nadie. A los 2 minutos se escucha de nuevo que tocan la puerta, abro y ahí estaba Willy quien no pidió permiso para entrar si no que bruscamente se abrió paso en la habitación, preguntando quien más estaba conmigo. Desde ese momento supe que algo grande se venía encima.

Trajo algunos regalos para justificar su llegada, entre ellos una libra de marihuana orgánica y una planta de ortiga. Trate de hablarle cualquier tema banal, pero el traía a conversación el tema de otros hombres, me descuide solo un momento y tomó mi teléfono para enterarse de mis conversaciones. En esas lee la conversación completa con “mi amor”, no comenta nada al respecto y trata de escapar de la situación proponiendo ver una película, yo acepté esperando ya lo que sería otro intento de ahorcarme. La película escogida fue “diario de motocicleta” del che Guevara. Cuando inicia la película y se escucha el acento argentino, yo inconscientemente sonrío recordando el acento de “mi amor”, William ya no soportaba más la ira por lo leído en el celular y entonces empieza a hacerme reclamos a los cuales contesté irónicamente. La rabia empezó a apoderarse de él, progresivamente sus insultos se convirtieron en golpes en la cara, sus manos bajaron de mis mejillas a mi cuello presionando e impidiendo la respiración. Conteste agarrándolo fuertemente del cabello y estrellándolo contra unos recipientes de vidrio que se encontraban sobre un banco junto a mi cama, allí cayó al piso. Se paró rápidamente, agarro las ortigas y me azoto repetidas veces con aquella planta al tiempo que me preguntaba si aún lo amaba, a lo que yo respondía – no – entonces el siguió azotándome esta vez con un cinturón, me golpeó la espalda tan fuerte que no pude gritar, no recuerdo haber sentido alguna vez un dolor comparable con aquel. Aun así creí que esta vez era mi turno de terminar con ese circo. Me levante de la cama y trate de agarrar el cinturón con las manos mientras lo lanzaba hacia mí. Por la fuerza con que lo lanzo no pude detenerlo totalmente y el cinturón se enredó con esa misma velocidad en mi rostro golpeando duramente mi ojo derecho. Pensé que había perdido esa batalla por lo que me acosté en la cama a llorar. Él se acostó a un lado y me pidió perdón por lo sucedido culpándome de sus salidas de quicio, supuse ceder esta vez esperando una oportunidad para acabarlo todo.

Al día siguiente William se despertó temprano, registro todo mi cuarto buscando rastros de algún hombre, escondió mis documentos en su bolso y me despertaba cada media hora para que viera su cara de enojo. Finalmente desperté, me pidió que llamara a la persona con quien estaba empezando a salir para mandarlo a la mierda, a lo que me negué rotundamente. Empezaron así otra vez los insultos, seguidos de manos largas y ahorcadas. Llena de ira me pare de la cama y le hable fuerte exigiendo que se retirara inmediatamente de mi cuarto, él agarro en ese momento un cuchillo y lo puso sobre mi cara, exigiéndome nuevamente que llamara a “mi amor”, a lo que me negué apenas pudiendo hablar. Empezó a bajar pues el cuchillo y lo presiono fuertemente sobre mi útero, sabía lo del cáncer y sabía también que así no me negaría. Llame en el acto a esa persona y le pedí que no me llamara más, enseguida William bajo la guardia y comenzó a llorar pidiendo razones de mi supuesta infidelidad. Supe desde que agarro el cuchillo, que debía pensar con frialdad cada movimiento a efectuar si es que quería salir viva de ese lugar.

De repente ese hombre se abalanzó hacia mí poniendo sobre mi útero el cuchillo y apuntándolo hacia él, se lanzó repetidas veces sobre mi cuerpo intentando suicidarse encima de mí, queriendo dejarme la culpa de su muerte. Lo engañe diciendo que lo amaba, como un niño se creyó el cuento de que seriamos felices de nuevo. Soltó el cuchillo y me abrazó, le dije que me casaría con él, que seriamos felices y que olvidaríamos todo lo sucedido. Allí bajo la guardia, hablamos entonces de otras cosas y me empezó a besar. Creo que hubiera preferido comer mi propio excremento, pero si no tenía sexo con él, el cuchillo volvería a sus manos. Así pasaron dos días, actuando cada segundo como una obra de teatro, haciéndole creer a aquel loco que lo amaba. Constantemente mandaba mensajes a “mi amor” diciendo que nos veríamos pronto, que al otro día escaparía hacia el aeropuerto y tomaría un avión lejos de esa ciudad, lejos de ese país. Sabía que William me seguiría al fin del mundo hasta encontrarme.

El día tan esperado llegó. Esa mañana desperté con un dolor muy fuerte en el ojo producto del golpe con aquel cinturón, me puse un parche improvisado en el ojo. Realizaba cada movimiento minuciosamente esperando no ser descubierta, así guarde en mi mochila algunas joyas de valor y el documento que él me había robado para evitar mi escape.

Estuve debajo de la ducha por una hora pensando en todo y a la vez en nada. La sensación de adrenalina que corría por mi cuerpo aquel día era indescriptible, cualquier paso en falso era una muerte inminente. Salí del baño y me coloque la ropa más importante, era pues un vestido negro tradicional de la india bordado a mano que mi hermana había traído en uno de sus viajes. Lista para la huida espere el momento exacto en que William me dejaría sola confiando en que mi amor incondicional por él le perdonaría todas sus faltas. Salimos entones al supermercado por una cerveza, pero cuando llegamos nos dimos cuenta que se había quedado el dinero en la casa, él se ofreció inmediatamente a buscarlo. Cuando cruzó la acera a dos cuadras, corrí a toda velocidad hacia en sentido contrario. Las rodillas me temblaban, apenas podía sentir mi pulso, sudaba frio y lagrimeaba. Corrí diez cuadras hasta llegar a un lugar “seguro” entonces seguí caminando rápido, debía llegar al aeropuerto internacional. Mientras huía me repetía todo el tiempo la frase “me encontraran muerta pero libre”. Así a medio respirar llegue al aeropuerto internacional “El Dorado”, le hable a quién sería mi compañero pidiéndole que comprara un boleto de avión a mi nombre. La transacción tuvo problemas, entre en pánico, solo tenía diez dólares en mi bolsillo y un asesino buscándome por toda la ciudad. No podía regresar a casa de mis padres en Cartagena pues ellos debían estar protegidos y alejados de todo esto. William conocía mis amigos en Bogotá y a quiénes yo acudiría en busca de ayuda, debía hacer todo lo que Wendy Colpas no haría. Pasé tres noches en ese aeropuerto, con el mismo atuendo musulmán y a medio comer, la policía rondaba cada dos horas cerca de mi silla requisando mi bolso y pregúntame de donde venía y para donde iba. Después de dos noches y tres días conseguí por fin realizar la transacción y salir de esa ciudad.

Mientras cruzaba la franja de seguridad hacia el avión, sentí en mi cuerpo la sensación entera de ser una persona libre y segura. Mi experiencia con la muerte no fue algo paranormal como una caminata hacia el túnel, mi experiencia con la muerte fue la de sentir muerta mi libertad.


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